Vivir quince mil vidas
(Tomado de Segunda Cita)
Pasan
años y ocurren libros, y en el centelleo de la recurrente memoria hay
escritores que siempre están, en la evocación y en el momento
inesperado. Eso me ocurre -y creo que le ocurre a muchos poetas
cubanos- cuando, como un duende alegre, Luis Rogelio Nogueras reaparece,
ocurrente, natural y de talento desbordante.
En
mi caso, a fines de los sesenta y en los setenta, mucho le debo a la
poesía cubana y mexicana que entonces se hacía, a esas novedades del
lenguaje, libre, coloquial, cercana a nuestras vidas. Y de ellos, supe
de ese joven y prematuro escritor, que escribió Cabeza de zanahoria y ganaba la primera versión del Premio David de la UNEAC, que fundaba El Caimán Barbudo,
que se adentraba en la cinematografía, que trabajaba en una imprenta y
que era zapador del género policial en Cuba, al punto de que Y si muero mañana lo coloca como un imprescindible del género. Leer Imitación de la vida
fue constatar que Wichy, a los 37 años era dueño de un lenguaje
personal de amplio espectro y que sus ocurrencias y sorpresas, sus
propuestas fílmicas o narrativas, se apelotonaban en una efervescencia
notable y se enlazaban con su arco poético, sin duda, el más potente
rotor de los géneros que cultivó a lo largo de su corta y alada creación
literaria.
Cuando
viene al caso, no lo pienso sólo; siempre está cosido a sus amigos, a
Víctor Casaus y a Silvio; así llega siempre esa imagen fraterna de la
cultura cubana y sus artistas. En Panamá, un puñado de jóvenes poetas
lo leíamos y Pedro Rivera, poeta y cineasta como él, nos traía de Cuba
los libros y las novedades del ICAIC; citábamos versos de Luis Rogelio
Nogueras y de Roque Dalton, de su Taberna; queríamos conocer a Roberto Fernández Retamar, ir a Cuba.
Por
eso y mucho más, el más vivaz y representativo poeta de su generación,
el cometa estelar y naranja como él, bien tiene ganado vivir las quince mil vidas del caminante.
* Escritor panameño, Premio Casa de las Américas, 1975. Premio Honorífico de Poesía José Lezama Lima de Casa de las Américas, 2010.
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